viernes, 18 de enero de 2013

Comentario del plano morfosintáctico


En este plano de análisis, nos centraremos en los siguientes aspectos:

a)      El estilo del texto, en función de que predomine el Sintagma Nominal (estilo nominal, por lo tanto, que dará como resultado un texto estático, con un ritmo narrativo lento. Es más propio de textos de carácter descriptivo), o el Sintagma Verbal (estilo verbal: textos con mayor dinamismo y acción).
b)      Los tipos de palabras que forman el sintagma nominal:
a.       Qué tipo de sustantivos abunda: propios, comunes, concretos, abstractos, etc.
b.      La abundancia o escasez de adjetivos y su tipo (especificativos o epítetos). Observar si hay diminutivos o despectivos por el matiz que estos aportan.
c.       Otros complementos del nombre (sintagmas preposicionales, oraciones subordinadas…)
c)      Los tipos de palabras que forman el sintagma verbal:
a.       Qué tipo de verbos se utilizan (de acción, de estado, de movimiento…) y en qué tiempos y modos verbales se emplean (indicativo para una mayor objetividad, subjuntivo para expresar deseos, imperativo…)
b.      Adverbios: que permiten situar el texto en un tiempo y un lugar determinados. Esencial en el caso de textos narrativos.
d)      Los pronombres, fundamentalmente los personales.
e)      Tipo de oraciones que predominan en el texto.
f)        Figuras literarias en este nivel: anáforas, epíforas, anadiplosis, polisíndeton, asíndeton, paralelismo,  enumeración, hipérbaton,… Justificando siempre el uso que se le da.

Consulta tus dudas sobre figuras literarias en este enlace: Figuras literarias

Ejemplo: Comentario morfosintáctico del poema Testamento, de León Felipe


Desde el punto de vista morfosintáctico, hay que destacar la relevancia de los sintagmas nominales, encabezados por la repetición de sustantivos claves en el poema: fuego, gusano, espejo y carne, acompañados de numerosos adjetivos especificativos que expresan el pesimismo y la desesperanza que el yo lírico pretende transmitir desde el primer verso: curvo, torcido, sucio, fantasmal, amarga, helada, paralítica, grotesca y ciego.

Es también significativa la presencia de determinantes posesivos de primera persona, sobre todo en la última estrofa encaminada a remarcar la idea final del poema, que no es otra que la negación del yo y la nada absoluta, principio y fin del poema.

En contraste con este estilo nominal predominante y basado en figuras de repetición, se aprecia la escasez de verbos, muchos de ellos suprimidos, dando lugar a estructuras nominales yuxtapuestas. Las formas verbales que aparecen están mayoritariamente en presente de indicativo, reflejo del estado actual del poeta, pero en el verso diecisiete, antesala del de conclusión, surge ese cantaba, en pretérito imperfecto, que marca un pasado que ya no volverá, un pasado que hay que destruir y que no es otro que el amor simbolizado en un mirlo ciego que antaño anidó en esa jaula grotesca que es el cuerpo del poeta. Ese tiempo pasado pero cercano viene además intensificado por la presencia del adverbio temporal que lo acompaña: ayer.

Destaca en este nivel de estudio la abundancia de figuras literarias que contribuyen a estructurar el poema, como la epífora, repitiendo al final de distintos versos los términos espejos, fuego y ciego (siendo especialmente significativa la del mirlo ciego de los últimos versos); y la anadiplosis, con la repetición de las palabras pez y rey en los versos diez, once y doce. Tremendamente importante es el paralelismo, destacando el antitético del primer verso, cuya estructura con algunas ampliaciones va a volver a repetirse a lo largo de todo el poema: todo para el fuego – todas mis pertenencias para el fuego – al fuego todo – nada para el gusano de la tierra. Junto a él, es también relevante el paralelismo establecido en el verso catorce: mi carne helada, mi carne paralítica.



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