miércoles, 3 de julio de 2013

La herejía cátara

El catarismo, como religión, es mucho más desconocido que otras religiones también perseguidas y extinguidas, y esto se debe a la falta de documentación escrita al respecto: ellos mismos, ante el temor de ser descubiertos por la Inquisición, quemaron sus textos sagrados, y los que sobrevivieron fueron pasto de las llamas inquisitoriales.

Así, para conocer lo esencial de esta doctrina hay que basarse en el Libro de los dos principios, que data de mediados del siglo XIII (posterior, por tanto, a la caída de Montségur). Este manuscrito se compone de 7 tratados: La creación, los Signos Universales, y el Resumen para ignorantes fundamentan la teoría de la dualidad y su cosmogonía; el Tratado del libre Arbitrio y Del libre arbitrio niegan la libertad humana y el libre albedrío para elegir entre el bien y el mal; Contra los garatenses combate el dualismo moderado; y por último De las persecuciones recoge textos del evangelio para justificar y explicar el sentido de las persecuciones que estaban sufriendo.

Lo que parece indudable es que el catarismo fue el más importante de los movimientos religiosos disidentes que se dieron en la Edad Media. Sus seguidores distinguían dos iglesias: por un lado la iglesia de Roma, oficial, poderosa y mundana, alejada de los preceptos evangélicos y que luchaba por consolidar su poder por encima incluso de los soberanos; por otra parte, la que ellos consideraban la auténtica iglesia de Cristo: consecuente con los principios evangélicos y víctima de la persecución que Jesucristo había anunciado. 

Veamos cuáles son los principales puntos por los que esta doctrina fue tildada de herejía:

  1. El dualismo cátaro: frente a la idea católica de que hay un solo Dios padre, creador del cielo y la tierra, los cátaros defienden la existencia de dos principios originarios, opuestos e irreconciliables: un Dios bueno, autor de los espíritus, del bien y del Nuevo Testamento, y un Dios malo (Satanás) autor de la materia, el mal y el Antiguo Testamento. Así, hay, por lo tanto, dos creaciones: el paraíso, que es la creación del Dios verdadero, y es eterna e incorruptible, y el mundo terrenal (con todo lo que contiene: el universo, el mar, las montañas, los animales, las plantas, los seres humanos), que es la del diablo, y por ello es vano y corruptible. De esta manera, los humanos no son sino unos cuerpos de carne creados por Satanás como prisión en la que habitan los ángeles caídos del paraíso, que están condenados a permanecer ahí encarcelados para siempre.

  1. Su concepto de Jesucristo: para los cátaros Jesucristo es un espíritu, un ángel adoptado como hijo por Dios al que dota de apariencia humana y envía a la tierra con una doble misión: la de arrancar a los ángeles caídos del olvido permanente en el que vivían y la de ofrecer a los hombres el sacramento de la salvación (el consolamentum). Al ser un ser divino, no habría podido sufrir y morir en la cruz.


  1. Su idea del salvación y del más allá: los hombres, tal y como hemos visto, no son sino espíritus, y si al morir han recibido el consolamentum no es que con ello alcancen el paraíso, sino que recuperaran su condición de ángeles de luz y resplandecerán como el sol en el reino de su padre. Por esta razón, para los cátaros no existe el Juicio Final (el fin de la humanidad se producirá cuando se salvé el último de los espíritus encarcelado dentro de un cuerpo humano) ni tampoco el infierno (que es la propia tierra, y por ello debe ser destruida y regresar a la nada de donde surgió).

  1. La reencarnación: para liberarse de su prisión carnal y recuperar su naturaleza angélica, se debe pasar un largo proceso de purificación que, generalmente, no se consuma en una única vida. Por ello, las almas deben transmigrar hasta purgar sus culpas y purificarse. Después de la muerte, el hombre y la mujer se convertían en un único sexo, como una especie de andrógino perfecto. El alma viajaba de un cuerpo a otro, sin importar que fuera de un animal o de un ser humano.

  1. Su idea del pecado: Para los cátaros vivir es, necesariamente, pecar puesto que el pecado es el propio mundo creado por ese dios maligno. Sin embargo, y a pesar de que los perfectos renunciaban a todos los placeres carnales, no pedían lo mismo a sus seguidores: estos podían vivir en la opulencia e incluso con un exceso de sensualidad, siempre y cuando no se olvidaran de los pobres, se arrepintieran de haber pecado, y fueran sinceros con ellos mismos y con los demás. (Al recibir el consolamentum al creyente le serían perdonadas sus faltas sin tener que someterse a ningún tipo de penitencia).
Suprimieron para sus fieles algunos pecados del mundo, puesto que para ellos “era posible pecar siempre que no se tuviera conciencia de estar haciendo algo malo”: el de usura para los comerciantes, y el del amor para las mujeres (No daban tampoco ningún valor al sacramento del matrimonio, y lo consideraban un simple concubinato).

  1. La negación de la transubstanciación de la carne: antes de comer, realizaban la ceremonia del pan de la santa oración, una partición ritual del pan al estilo de la antigua comida comunitaria que se celebraba en las iglesias cristianas primitivas. Sin embargo, negaban la transubstanciación: es decir, la conversión durante la Eucaristía del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, y por ello su ceremonia del pan no tenía un carácter eucarístico, sino un simple acto de fraternidad y de recuerdo de los gestos de Cristo durante la última cena.


  1. Otras diferencias con la Iglesia de Roma: los cátaros no tenían templos, no veneraban imágenes ni reliquias ni querían saber nada de la cruz, no entonaban cantos religiosos, y, lo más importante, no cobraban diezmos a sus feligreses: consideraban las bulas e indulgencias católicas como un medio de extorsión a los fieles. Además, leían los textos bíblicos en la lengua del pueblo, para conseguir que su predicación fuera más próxima a estos pero también más eficaz.
Si quieres saber más sobre El enigma de los cátaros, su vida y costumbres y cómo fue la cruzada contra ellos, escucha este post: